Los partidos políticos en la República Dominicana han entrado en un delicado proceso de pérdida de legitimidad y confianza frente a la ciudadanía. Se han convertido en maquinarias electorales y renunciaron a promover los valores ideológicos y doctrinarios que sustentaron su declaración de principios. El presente y futuro de los partidos, lo que el ciudadano espera de los políticos y el rol que las organizaciones partidarias deben asumir en la construcción del futuro, son temas sobre los cuales están girando profundas reflexiones. Los partidos políticos han entrado en un acelerado proceso de deslegitimación. Manuel Mora y Araujo reflexiona que “una hipótesis plausible de lo que ha ocurrido es que la correlación entre estructura social y sistema de partidos se ha debilitado; la política de clases, tal como la conocíamos, está desapareciendo. Cuando esta correlación era más alta, los cambios en la estructura social dinamizaban a los partidos; ahora que esos cambios no son recogidos ni reflejados por el sistema de partidos, parecen perder en alguna medida su razón de ser, su justificación social. Otros actores emergen y se tornan más relevantes”.1 Los partidos políticos dominicanos, poco a poco, se han desconectado de las demandas y deseos de los ciudadanos. Cada día son menos representativos de la sociedad, puesto que sus estructuras internas han sido tomadas por burócratas que solo piensan en tácticas y amarres electorales, renunciando a la misión fundamental de estas organizaciones, que debe ser la de convertirse en reales instrumentos para la consecución de los cambios culturales, institucionales, políticos, económicos y culturales, necesarios para el desarrollo y el bienestar colectivo de los ciudadanos. Elmar Wisendahl argumenta que los partidos son “los dinosaurios de la organización”, que poco le ofrecen al ciudadano maduro que “desea participar directamente y tener protagonismo político”. Aduce que hoy el principio formal del partido político debe rendir examen ante una ciudadanía activa, interesada en política y abierta al diálogo que, con un alto grado de madurez, información, seguridad y deseo de participación no está dispuesta a dejarse disciplinar ni conducir… Pues con la estructura y profesionalizada de servicios para la conducción partidaria, podría prescindirse de una base de afiliados amplia. En el presente y futuro inmediato los partidos deberán recomponerse de modo que integren a su seno al liderazgo social, religioso, profesional y comunitario. Comparto con Stephan Heieck su criterio de que “el proceso de integrar los liderazgos personales al liderazgo de las estructuras del partido constituye una lucha de poderes que de una u otra manera se tiene que dar”.2 El sistema de partidos amerita con carácter de urgencia de un rediseño, de una reingeniería profunda, de modo que puedan despertar el interés de los ciudadanos en organizarse y llegar a puestos de dirección. Las mayorías de los dirigentes políticos no se han percatado de que el cambio generacional que se ha producido después del caudillismo ilustrado, ha dado nacimiento a una sociedad cada día menos dependiente de los partidos y a un ciudadano menos vinculado con los políticos. El cambio generacional, como señala Hans-Joachim Veen, implica una mayor flexibilización y un mayor pragmatismo de la conducta electoral que conduce a valorizar y priorizar más a lo privado sobre lo público. “A medida que aumenta la importancia de los márgenes individuales de libertad, de realización personal y del mayor tiempo libre, se amplía substancialmente la esfera privada del individuo, creando un espacio en el que se concentran los objetivos particulares y las reorientaciones valorativas. La distancia entre el ámbito privado y la esfera pública política se acrecienta. Esto no es resultante de que los partidos se separan en forma intencional o unilateralmente de la sociedad, sino porque la sociedad misma se mantiene distante respecto del Estado y los partidos”. 3 Aunque los ciudadanos votan, el sistema tradicional de partidos se ha ido deteriorando, ya que la actividad política, en ciertas medidas, se ha convertido en una gran empresa, en la que se invierten grandes sumas de dinero para ascender a un puesto de elección popular, para luego, por diversas vías, recuperar multiplicada la inversión. En República Dominicana el dinero tiene mucha influencia, mucho peso en el control partidario y en la representación. Hay que gastar millones hasta para llegar al puesto representativo de más bajo escalón, que es la regiduría. Alrededor del 90 por ciento de los políticos que están en el Congreso Nacional, son empresarios. Igual estatus comparten quienes ocupan los puestos mas importantes en la dirección partidaria. Más que una partidocracia, lo que tenemos es una plutocracia.
El modelo de partidos se agota, pero ¿qué viene luego?, es la gran interrogante. Los partidos no van a desaparecer como desean y presagian algunos pensadores. Surgirá un modelo de partidos que responda a la nueva mentalidad social. El partido maquinaria electoral o de militantes será reemplazado por el partido de ciudadanía. Muchos liderazgos partidarios muestran resistencia al cambio, pero es hora de que entiendan, como puntualiza Giovanni Sartori, que “la democracia no es una silla poltrona en la que dormitamos. Cada tiempo lanza sus retos”.4 Otro de los grandes retos de los partidos políticos consiste en buscar alternativas para que no se comporten única y exclusivamente como maquinarias electorales. El partido se ha reducido a lo electoral y, por tanto, sus dirigentes solo formulan políticas para ganar elecciones. Han dejado de crear la opinión pública; han desaparecido virtualmente como actores significativos en los análisis de la escuela de la elección racional. Estoy de acuerdo con Jaime Calderón Bruges en el sentido de que “la actual crisis de los partidos es, en realidad, la oportunidad para mejorar su condición, tomando la situación actual misma de los partidos, no con un criterio negativo, sino paradójicamente con un criterio positivo”.5 Hay que hacer un esfuerzo para redefinir el interés institucional de los partidos, de modo que éste coincida con el interés público. El deterioro de la imagen de los partidos se debe en parte a que estos han puesto el interés de sus dirigentes por encima del interés colectivo de los ciudadanos. Dejaron de luchar por el interés público y se convirtieron en instituciones que se preocupan y luchan más por los intereses de quienes los dirigen. Las primarias abiertas que harán los partidos para escoger candidaturas y directivos, es la ruta hacia el modelo partido de ciudadanía que deberá establecerse en las próximas décadas