El objetivo de este análisis es analizar algunos determinantes económicos que podrían estar explicando la corriente migratoria haitiana hacia la República Dominicana. El recorrido ofrece la oportunidad de identificar la pérdida del ritmo de crecimiento y de participación en el Producto Bruto Interno de Haití, el descenso sistemático de la agricultura y la incapacidad de los demás sectores económicos haitianos para absorber una mano de obra no especializada como factores expulsores de personas que generalmente llegan a la capital de Puerto Príncipe en busca de mejor suerte pero que al no encontrar empleos allí deben continuar su proceso migratorio hacia el exterior principalmente a la nación dominicana. Similar situación confrontan aquellos haitianos y haitianas que salen de zonas productoras como el Plateau Central debido a la parálisis del sector agrícola haitiano.
A partir de la premisa planteada, se caracterizan ambos países comenzando por las asimetrías territoriales, pues tenemos dos naciones que comparten una pequeña isla de 76,192 km2, pero una de ellas, la República Dominicana ocupa el 64% del territorio y la otra Haití tan solo el 36%. Ambas están separadas por una franja fronteriza de 376 kilómetros, que inicia desde la desembocadura del Río Masacre (Boca Masacre en Pepillo Salcedo) provincia Montecristi hasta la provincia de Pedernales, con lenguas y culturas diferentes, pero una historia común.
Para asimilar la base económica de las migraciones es necesario entender que las disparidades económicas son las principales causas de las migraciones; es decir, las zonas que presentan ventajas u oportunidades para el desarrollo, el progreso y el esparcimiento de los individuos incentivan la inmigración. Por el contrario, las áreas cuyos habitantes se encuentran amenazados o ven limitadas las oportunidades de desarrollo y sobrevivencia se convierten en áreas de emigración. Ravenstein (1885), (citado por Montero, 2013) Según el documento Resumen de la Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI 2017), publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), “La acción misma de migrar es a la vez un proceso individual y estructural vinculado tanto a los grupos familiares y unidades domesticas, como a instancias estructurales (por ejemplo, el mercado laboral, la vida política, etc.) y, por ello, se encuentra influenciado por determinantes como la presión por mejores empleos, el aumento de ingresos, una mejor educación y, en general, la mejoría de vida. A lo que debe agregarse las consecuencias de conflictos políticos, los efectos de desastres naturales, entre otros”.
En la ENI, 2017, encontramos que “de los motivos indicados por los inmigrantes para desplazarse a la República Dominicana sobresale con claridad el carácter económico de la inmigración. El 75.8% aduce razones directamente económicas: búsqueda de empleo (42.5%) o búsqueda de mejores condiciones de vida (33.3%), un 10.9% manifestó motivos familiares, en tanto que el 4.3%, dentro de su determinación individual para migrar, planteo la educación”.
Siendo así las cosas, está claro que la migración haitiana tiene un carácter fundamentalmente económico; pero, en concreto, ¿cuáles son las condiciones económicas que en República Dominicana lo estimulan? En este sentido, es necesario destacar que nadie tiene la menor duda de que existen diferencias abismales entre la economía dominicana y la haitiana. Mientras el PIB per cápita corriente de Haití (2017), apenas alcanza
los 775 dólares, en República Dominicana es de 7,049 dólares, con poblaciones de igual magnitud, es decir, el PIB de dominicana contiene 8.9 veces el Producto Interno Bruto medido a precios corrientes de Haití. En adición a estas, se puede citar otras asimetrías, como las que tienen que ver con las estructuras y capacidades productivas que, en el caso haitiano, tenemos una industria débil y un empresariado básicamente informal y en la dominicana, una industria fuerte y un empresariado más formal.
También, capacidades de producción financiadas por recursos desiguales y diferentes, pues en el caso haitiano estas presentan una Inversión Extranjera Directa (IDE) en descenso, con apenas unos 109 millones de dólares en el 2015 y en el lado Este, una IDE en ascenso de más de 2,200 millones de dólares en ese año.
Asimismo, en Haití, un sector terciario caracterizado por servicios personales con un fuerte sector informal, pero con un enfoque hacia la industria poco dinámico y en República Dominicana, un sector servicios dirigido a las empresas y las personas, con fuerte énfasis en la industria (Benedique, 2016). En el año 2014 Haití reflejaba niveles inferiores en varios indicadores de competitividad internacional, por ejemplo, ocupaba el lugar 188 en el Doing Busines, en tanto República Dominicana se situaba en el 110; en el Global Competitiveness index, la posición 134 versus el 98 de Dominicana; en Logistic Perfomance, el 144 versus el 69 y en el Economic Freedom se ubicaba más cerca de República Dominicana, con un porcentaje de 51.3 frente al 61. En el caso de los ingresos por concepto de remesas, en el lado Oeste de la isla, en el 2017 se estimaba en unos USD2,772 millones, un 33.6% del PIB de ese país, mientras que en el lado dominicano estas se estimaban en USD5,895 millones, equivalente al 7.8% del PIB1. Haití ocupa el lugar número 168 en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas, de un ranking de 187 naciones, en tanto que República Dominicana ocupa el lugar 96; así mismo, en el primero los niveles de desigualdad son más ensanchados que en el segundo, tal como lo muestra el Índice de Gini, que es para Haití de 0.6049 y en Dominicana 0.4683, además, mientras la tasa de pobreza en República Dominicana es de un 40%, la de su vecino es de un 77% (Banco Mundial, 2011).
El crecimiento de la economía haitiana registrado desde el 2014 no fue suficiente como para contener la emigración de sus nacionales, ya que los sectores que más crecieron fueron aquellos que demandaban mano de obra con cierto nivel de especialización (Comercio, servicios financieros, construcción…), mientras que la mano de obra no calificada se ubica en el sector agropecuario, el cual tiene 7 años en Haití que no crece y
presentando una pérdida de dinamismo en su contribución al PIB haitiano, al pasar de 25% en el 2010, a un 21%, aproximado, en el 2015. En cambio, en el lado dominicano el sector agropecuario (aunque con una participación como porcentaje del PIB relativa menor) ha mostrado una dinámica de crecimiento positiva que estimula la llegada de nacionales haitianos al territorio dominicano, juntamente con sectores como el de la construcción y el comercio (actividades informales).
Así mismo, es necesario destacar que siendo la población haitiana mayormente rural (64% y 36% urbana, según datos del Instituto Haitiano de Estadística e Informática (IHSI, 2012 ), con tan solo un 49.6% de la PEA ocupada y con un 93% de ésta trabajando en el sector rural, basicamente en la agricultura, la situación de estancamiento de este sector se convierte en un expulsor de mano de obra haitiana, en un contexto en el que los dominicanos avandonan la zona rural, por lo que la agropecuaria dominicana se constituye en un factor de atracción de la mano de obra del vecino país. Tal como lo muestra la ENI 2017, los inmigrantes nacidos en Haití concentran su principal cuota de trabajadores en el sector agropecuario, con el 33.8%; en el de la construcción, con el 26.3%, y en tercer lugar, con un importante 16.3% se encuentra laborando en actividades comerciales.
La realidad es que la Población Económicamente Activa (PEA) es prácticamente de igual dimensión (5 millones de personas) en ambos países, pero la tasa de desempleo en Haití es de 40.6% (dato disponible 2010); mientras que en República Dominicana es de 7.4% (2017); la tasa de pobreza extrema (al año 2015) en el primero era de un 54% y en el segundo se sitúa cercana al 8%. Asimismo, el salario minimo diario de República Dominicana es 2.25 veces superior al haitiano (12.6 versus 5.6 dólares, año 2017).
Es decir, igual PEA, mayor tasa de desocupación y pobreza en Haití y salarios mínimos superiores en República Domininacana, constituyen factores determinantes de esta inmigración que, como lo expresan los propios inmigrantes en la Encuesta Nacional de Inmigración (ENI 2017), tiene fundamentalmente una motivación económica, lo cual se reafirma cuando observamos que los inmigrantes haitianos son una población bastante joven, en la que el 52.2% tiene menos de 30 años, el 44% tiene entre 30 y 64 años y que los inmigrantes con más de 65 años apenas representan el 3.5%.
Por otra parte, en la zona fronteriza, donde los niveles de pobreza son los más altos, a ambos lados de la frontera, la elevada densidad poblacional en los departamentos de la República de Haití, frente a la existente en las provincias de República Dominicana, reflejan la dinámica de expulsión de la población desde la zona de menor a la de mayor desarrollo. Así los haitianos se mueven hacia la zona fronteriza y los dominicanos hacia los principales centros urbanos de su país. Como se observa en el cuadro a continuación, la población del lado haitiano es en promedio 18 veces la existente en las provincias del lado dominicano, en un contexto donde las mayorías de las comunidades haitianas de la frontera están desconectadas del resto de su país, por la falta de infraestructura vial, una diferencia abismal de servicios básicos (centros de salud, educación, recreación, etc.), y conectadas al lado dominicano por la dinámica económica que genera el comercio fronterizo que se realiza bajo diferentes modalidades, a través de 31 puntos fronterizos, Del Rosario y Gomera (2016).
Se puede pensar que la actividad que genera el comercio fronterizo formal e informal esté explicando, en el caso haitiano, la alta concentración en los departamentos y comunas haitianas de la frontera (exceptuando el departamento del Oeste, donde se encuentra la capital Puerto Príncipe, cuya realidad es diferente); puesto que el comercio al menudeo u hormiga es una actividad económica de gran envergadura. Tal como lo mostraron
Del Rosario y Gomera (2015) en un estudio para el PNUD, en la frontera norte (Dajabón-Ouanaminthe) el comercio informal mueve 159.35 millones de dólares al año, 2.5 veces superior al comercio formal que alcanza unos 64.58 millones de dólares (excluyendo zona franca).
Miles de ciudadanos haitianos se mueven los días de mercado para ser parte de esta dinámica y ciertamente se benefician de las riquezas que mueve este comercio.
La Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI 2017) ubica las provincias fronterizas de Pedernales, Montecristi y Elías Piña entre las tres primeras con mayor presencia de inmigrantes haitianos, lideradas por Pedernales, con 27.3%; Montecristi, con 26.7% y Elías Piña, con 24.6%; en cuarto lugar se encuentra Valverde, con 21.9%; le siguen El Seibo, con 19%; La Altagracia, con 16.7%, y Dajabón, con 14.9%.
Independencia, que se ubicaba entre las primeras en la ENI realizada en el 2012, descendió de 22.1% a 11.2%, lo cual puede ser explicado por la merma en el comercio al menudeo que ha ocasionado la crecida del lago Azuei; así mismo, el lugar que ocupa Dajabón frente a Montecristi y Mao puede ser perfectamente explicado por la capacidad de absorción de mano de obra que tiene la producción de bananos para exportación, en esas provincias. Banano, Arroz y ganado son la base económica de estas provincias, y se realizan fundamentalmente con mano de obra haitiana.
A pesar de que el 66.4% de los inmigrantes haitianos se concentra en la zona urbana (ENI 2017), cuando lo analizamos con respecto a la estructura de la población nativa, encontramos que la presencia de ésta en la zona rural es apenas de un 18.6% con respecto al total (el 81.4% de los dominicanos vive en la zona urbana), en tanto que los inmigrantes son un 33.6% con respecto a su total, es decir, que se podría inferir la existencia de un proceso de sustitución paulatina de la población nativa por la extranjera el cual es más acentuado en la zona rural fronteriza.
Por otro lado, los datos sugieren una importante capacidad de retención de inmigrantes haitianos por parte de las provincias de la zona fronteriza dominicana, y una baja capacidad para retener la población nativa. Esta realidad ofrece pistas para la formulación de políticas públicas dirigidas al desarrollo de la zona fronteriza, como principal muro de contención de la inmigración hacia la zona urbana, así como políticas orientadas a evitar el despoblamiento de los pueblos de la frontera por parte de los dominicanos.
Al cruzar los datos de la Encuesta ENI (2012) con los publicados por el Instituto Haitiano de Estadísticas e Informática (2012), en relación al lugar de nacimiento de los inmigrantes haitianos, nos damos cuenta de que la inmigración haitiana que llega a República Dominicana ya se ha movilizado dentro de su propio país. En efecto, los datos del organismo haitiano establecen que un 77.7% de las personas viven fuera de su lugar de nacimiento y que el Departamento del Oeste (al que pertenece Puerto Príncipe) es el que más personas fuera de su lugar de nacimiento concentra, con un 68.1%, seguido del Norte, con 7.7% y el Artibonito (San Marcos y Gonaïves), con 7.6%, mientras que los resultados de la Encuesta Nacional de Inmigrante (ENI, ONE, 2012), plantean que el mayor flujo de inmigrantes haitianos hacia la República Dominicana proviene del Departamento del Oeste con la capital Puerto Príncipe, con un 23.8%. Le siguen: El Departamento del Sureste (Jacmel) y Centro (Hinche) con 10.2% cada uno. Además, el de Noreste (Juana Méndez) con 9.9% y el del Norte (Cabo Haitiano) con 8.8%
Según revela la ENI 2017, en el 2012 los departamentos de mayor expulsión tenían el 81.1% de la población migratoria, tanto que para el 2017 pasaron a concentrar el 84.2%, mostrando una ligera tendencia a una mayor concentración poblacional para ese año. Los departamentos de Artibonito y Centro o Plateau Central, son los que muestran mayor dinamismo y aumento de población migratoria. En el Artibonito hubo un crecimiento relativo del orden del 18.6%, o en términos absolutos de 14,568 migrantes, que resulta significativo; sin embargo, en el departamento del Centro hubo un mayor dinamismo (un aumento del 44.9%), para un crecimiento absoluto de 26,039 migrantes.
Los datos sugieren, un patrón interesante en el desplazamiento de los habitantes de las zonas expulsoras:
• Los inmigrantes realizan una inmigración interna desde sus comunidades, donde sus ingresos dependen, en lo fundamental, de la agricultura de subsistencia, hacia otros departamentos y comunas donde se insertan básicamente en comercio informal y servicios.
• La mayor parte de este desplazamiento se realiza para Puerto Príncipe (la capital) o para la zona fronteriza. Siendo el principal destino la capital.
• El primer desplazamiento crea la base material para el segundo. El esfuerzo en ahorro es considerable, puesto que la travesía implica una inversión donde el límite inferior suelen ser 5 mil pesos dominicanos y el superior supera a menudo los 10 mil. Todo dependerá de la ruta y las redes familiares con la que se cuente.
• Este desplazamiento constituye el gran salto en la capacidad para generar grandes volúmenes de dinero, pasar de 100 gourde al día a un mínimo de 300, más la comida e incluso el alojamiento, si se insertan en la actividad agrícola en Dominicana, y el doble si emprende un negocio de ventas ambulantes (algo en lo que ya se han ejercitado bastante en la capital, en medio del transito y el ruido de la ciudad).