La insularidad de República Dominicana y su situación geográfica la hacen especialmente vulnerable a los efectos nocivos del cambio climático. Mitigar este desafío pasa por la necesidad de entender que el progreso económico debe llevarse de manera armónica con la naturaleza y lograr que su conservación se inscriba dentro del concepto mismo de desarrollo económico, social y humano.
Bien lo dijo el presidente de Francia, Emmanuel Macron: “Enfrentémoslo: no hay un planeta B”. Y, por lo tanto, no existe un plan B con respecto al desafío del calentamiento global y sus destructivos efectos colaterales. Sin un futuro garantizado del medioambiente y los recursos naturales, no hay futuro posible para la humanidad.
Esta trascendental realidad sensibilizó al Grupo Popular desde hace décadas, cuando asumió el compromiso de desarrollar iniciativas de alto impacto que fueran amigables con el entorno, al tiempo que ecoeficientes. José Mármol, vicepresidente ejecutivo de Relaciones Públicas y Comunicaciones de esta organización financiera, reseña en el siguiente artículo las acciones que lleva a cabo el Grupo Popular para reafirmar su interés capital por la preservación del medioambiente, sobre la cual asegura que “además de una obligación moral y responsable, es
también una oportunidad de explorar nuevos negocios, si tenemos una visión innovadora y la ambición de seguir creciendo de manera sostenible”.
Esta visión se traduce también en un llamado al empresariado para trabajar mancomunadamente con los estamentos públicos y las organizaciones de base de la sociedad civil, pues adaptarse a los logros que plantea la Agenda 2030 para dar una respuesta adecuada a los desafíos del calentamiento global solo será factible con acciones basadas en la cooperación interinstitucional público-privada.
En marzo de 2018, en el marco de su visita de estado a los Estados Unidos de América, el presidente francés Enmanuel Macron reiteró ante los congresistas de aquel país su mensaje de defensa rotunda de los acuerdos mundiales para frenar las consecuencias del cambio climático, de los que la actual administración norteamericana se desentendió.
“Creo en construir un mejor futuro para nuestros hijos, dejándoles como herencia un planeta que siga siendo habitable dentro de 25 años. (…) ¿Cuál es el significado de nuestra vida si nuestras decisiones se basan en reducir las oportunidades de nuestros hijos y nietos?”, se lamentó el mandatario para luego volver a sentenciar:
“Enfrentémoslo: no hay un planeta B”. Macron abundó en la necesidad de que los países dejen a un lado sus visiones cortoplacistas y encuentren salidas para promover una transición suave hacia una economía baja en carbono. “Tenemos que trabajar junto a los líderes de negocios y comunidades locales para hacer nuestro planeta grande de nuevo”, añadió.
No hay un planeta B y, por lo tanto, no existe un plan B con respecto al desafío del calentamiento global y sus destructivos efectos colaterales. Sin un futuro garantizado del medioambiente y los recursos naturales, no hay futuro posible para la humanidad.
La única manera de alcanzar ese futuro sostenible es entender la necesidad de que el progreso económico debe llevarse de manera armónica con la naturaleza y lograr que su conservación se inscriba dentro del concepto mismo de desarrollo económico, social y humano.
República Dominicana debe ser muy consciente de ello. Su insularidad y situación geográfica hacen especialmente vulnerable a nuestro territorio. Debemos, pues, ser conscientes y trabajar en pos de esa meta de sostenibilidad. Para alcanzarla es preciso, primero, crear una cultura respetuosa con el medioambiente, donde los jóvenes, desde la inquietud propia de su edad, se conviertan en agentes de cambio en sus comunidades, con espíritu emprendedor y fundamentado en valores; en tanto, a
los mayores nos corresponde cambiar los paradigmas establecidos y reivindicar nuevos hábitos de vida y de consumo, aun sea a través de actos cotidianos y sencillos, para así conformar todos un modelo de actuación ecoeficiente y sostenible.
Debemos pasar del modelo tradicional de la economía lineal, basado en extraer, producir, usar y tirar, a otro paradigma de consumo, una economía circular, sustentada sobre la cultura 3R, que posibilite reparar, reducir, reutilizar y reciclar nuestros recursos. Esta es la otra gran revolución industrial, todavía pendiente, de nuestro siglo XXI.
Esta trascendental realidad medioambiental sensibilizó al Grupo Popular desde hace décadas, cuando asumimos el compromiso de desarrollar iniciativas de alto impacto que fueran amigables con el entorno, al impacto de nuestra huella ambiental, al igual que la red de oficinas fotovoltaicas.
tiempo que ecoeficientes; actuaciones que nos permitiesen reafirmar nuestro interés capital por la preservación del medioambiente.
Entre estos proyectos se pueden contar las jornadas de reforestación y el apoyo institucionalizado al Plan Sierra, en San José de las Matas, Santiago.
En estas jornadas, que cuentan ya más de dos décadas, los empleados del Grupo Popular han contribuido a sembrar alrededor de 300 mil árboles, el equivalente a más de 20 bosques. Estas plantas representan un potencial de captura de más de 84 toneladas de CO2 y han podido infiltrar al subsuelo 783.6 millones de litros de agua por año.
En adición a las siembras, nuestra organización financiera aporta también recursos económicos cada año a este programa forestal para garantizar la capacitación de la población local sobre el uso racional de los suelos y la protección de los recursos naturales.
La Sierra, enclavada en nuestra Cordillera Central, es un pulmón verde fundamental para la sostenibilidad del territorio, ya que provee agua para el consumo humano e industrial de casi el 20% de la población, así como un 60% de la demanda energética nacional.
Otra iniciativa que atestigua nuestro compromiso medioambiental es el hecho de ocupar el primer lugar del ranking de mayores productores de energía fotovoltaica en el país, ya que el Banco Popular Dominicano cuenta al día de hoy con 53 sucursales generadoras de energía limpia que reducen el impacto de la huella ambiental de nuestra actividad laboral.
El proyecto, iniciado en 2011, mereció el pasado año 2017 el reconocimiento del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, entre otras instituciones, que concedieron a la organización el Premio a la Excelencia en Producción Más Limpia (P+L) de Energía Renovable.
Con sus sucursales fotovoltaicas, además de ganar en eficiencia y sostenibilidad, el banco emite 22.76 millones de kilogramos de C02 menos cada año, cifra que se traduce en 275,978 árboles salvados.
Los empleados del Grupo Popular, además de participar en las siembras periódicas, viven en las instalaciones laborales la cultura 3R (Reducir, Reutilizar y Reciclar), desarrollando a lo interno el programa Ecoeficiencia y Cultura 3R, el cual nos permite reducir el impacto de nuestra huella ambiental, al igual que la red de oficinas fotovoltaicas.
Desde su puesta en marcha en 2015, los logros de este programa se resumen en más de 3,258 kilos de plástico, 360,724 kilos de papel y 52,197 kilos recolectados y reciclados gracias a la colaboración de nuestra fuerza laboral.
Adicionalmente, en la institución los empleados han reducido el uso de rollos de papel toalla en 1,731 unidades y el número de copias en impresiones más de 1.6 millones. También se ha recortado la utilización de resmas de papel en 4,487 unidades.
A esto se suma una mayor conciencia medioambiental de los colaboradores del Grupo Popular, quienes han facilitado haber podido reducir la frecuencia de retiro de desechos en más del 25%.
Los logros de este programa interno equivalen a capturar 2,389 toneladas de CO2 y a haber sembrado 7,466 árboles anualmente. Cada tonelada de papel reciclado ahorra 270,000 litros de agua, que es la cantidad que consume en promedio una familia durante cuatro años y medio. Esa misma tonelada de papel ahorra 7,000 kilovatios por hora, siendo esta la medida energética de un hogar durante 14 meses.
También de cara a las nuevas generaciones, realizamos el programa educativo ¡Soy ecoeficiente!, que busca crear conciencia y curiosidad en nuestros adolescentes, brindándoles las herramientas para pensar, diseñar y ejecutar valiosos proyectos de ecoeficiencia y gestión sostenible en sus planteles escolares. El proceso de trabajo con los jóvenes se extiende por varios meses durante el curso académico.
Solo en su última versión, culminada recientemente, ¡Soy ecoeficiente! logró impactar 3,100 jóvenes de 33 comunidades educativas, incentivando con ello su creatividad y capacidad de liderazgo e innovación para desarrollar proyectos medioambientales sostenibles.
Por otro lado, junto al Programa de Pequeños Subsidios del PNUD (PPS), la Unidad de Electrificación Rural, Urbana y Suburbana (UERS) y organizaciones locales medioambientales, la Fundación Popular ha venido apoyando desde hace varios años la construcción y el mantenimiento de 11 microcentrales hidroeléctricas en zonas apartadas y de escasos recursos en varias regiones del país. Esta iniciativa, además de aportar energía limpia y sostenible a más de 4,860 habitantes, lleva progreso y calidad de vida a estas familias necesitadas.
Hablando de agua, que es hablar de vida, merece la pena reseñar también nuestro papel, vía la Fundación Popular y la Fiduciaria Popular, como administradora de fideicomisos, a la hora de participar en los dos principales fondos de agua del país, que se administran como fideicomisos.
Tales son los casos del Fondoagua Santo Domingo, que busca restaurar y mejorar la salud de la parte alta de la cuenca del río Ozama, principal ecosistema productor de agua para el Gran Santo Domingo y las zonas rurales aledañas; y del Fondo de Agua Yaque del Norte, que coordina actuaciones para salvaguardar la principal cuenca hidrográfica del país.
En el caso del Fondo de Agua Santo Domingo, Fundación Popular impulsó la siembra de más de 19,000 árboles en la microcuenca alta del Ozama; en cuanto al Fondo de Agua Yaque del Norte, esta fundación apoyó la construcción de un humedal artificial, la instalación de adoquines verdes y la plantación de barreras de bambú, beneficiando directamente a 120 familias de las comunidades aledañas y evitando el riesgo de vertidos contaminantes en el Yaque del Norte y sus afluentes.
Además, en fechas recientes, en colaboración con el Ministerio de Medioambiente y Recursos Naturales y la Directiva del Patronato del Jardín Botánico Profesor Eugenio de Jesús Marcano de Santiago de los Caballeros, empleados del Banco Popular y de la Fundación Popular llevaron a cabo la siembra de 860 árboles de caoba nativa en las instalaciones de este nuevo jardín botánico, una acción mediante la cual se crea el Banco Genético
de la Caoba Dominicana en este espacio natural.
Este interés de colaboración público-privada impulsó en 2016 a la Fundación Popular y el Consejo Nacional para el Cambio Climático y el Mecanismo de Desarrollo Limpio (CNCCMDL) a firmar un acuerdo de cooperación institucional para el desarrollo de proyectos e iniciativas con perspectivas nacional y regional, en favor de la mitigación y adaptación al cambio climático.
Este es el primer acuerdo entre esta entidad gubernamental y una institución privada. El objetivo es alinear iniciativas en las que el sector empresarial, los estamentos públicos y la sociedad civil se unan ante la vulnerabilidad de la zona del Caribe al calentamiento global y los efectos adversos del clima.
Uno de esos ejemplos es nuestra colaboración directa para la organización del primer Diplomado sobre Diplomacia y Negociación en Cambio Climático, que contó con la participación de 41 ejecutivos y técnicos de diversos sectores. Este diplomado es fundamental para la capacitación
y el desarrollo de profesionales bien preparados que comprendan los desafíos a los que el país se enfrenta en este ámbito y, al mismo tiempo, defiendan en los foros internacionales nuestra contribución como nación para ayudar a mitigar el impacto de esta problemática mundial.
En el marco de este acuerdo con el CNCCMDL, nuestra fundación también desarrolló mesas de diálogo con el sector empresarial sobre cambio climático, jornadas de sensibilización y capacitaciones dirigidas a ONG y otras organizaciones civiles de base con el objetivo de incrementar su resiliencia ante los impactos de este fenómeno ambiental, favoreciendo solo el año pasado a 527 personas.
Esta misma creencia en torno a la relevancia del trabajo coordinado entre los sectores público y privado, nos movió a dar un paso más en la consecución de esta realidad medioambientalmente sostenible que juntos estamos construyendo. Y así, formamos parte de la Articulación de Mesas
del Sector Empresarial para la Acción Climática, donde la Fundación Popular busca contribuir con la consolidación de este espacio de coordinación multisectorial.
La meta de este foro empresarial es lograr el cumplimiento de las siete acciones establecidas en la declaratoria presentada en la COP21 de París, Francia, la Estrategia Nacional de Desarrollo, la Política Nacional de Cambio Climático, la Contribución Nacional Determinada y las demás iniciativas oficiales para cumplir con los compromisos internacionales y nacionales en materia de cambio climático.
Ha de ser voluntad y determinación de todos trabajar, mediante iniciativas público-privadas, en la búsqueda de soluciones que nos permitan afrontar los nuevos y eventuales retos que el cambio climático podría imponer a República Dominicana. La industria y el empresariado en general tienen
una múltiple incidencia en materia de emisiones, a través de sus procesos industriales, el uso de la energía, la utilización de productos para su actividad, los residuos que se desechan en la cadena de valor y hasta el cambio del uso de suelo. Por eso, entre otras acciones, el sector empresarial está llamado a revisar sus procesos productivos, mejorando la base de cálculo y las categorías por industria, con la mira en la reducción de
emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Entre otras iniciativas concretas, las empresas deben implementar estrategias de producción energética más limpias, eficientes y sostenibles, en sustitución de los combustibles fósiles, como pueden ser el incremento del uso industrial de fuentes renovables, biocombustibles, gas natural o
la utilización de desechos con alto potencial calorífico y de energía; asimismo, se han de instaurar sistemas de gestión ambiental por
tipo de empresa y que estas establezcan mecanismos de inspección ambiental a sus proveedores, apoyando una política de compras verdes para reducir el material gastable no sostenible; hay que fortalecer además la información agroclimática, lograr un mayor apoyo del sector privado a las reforestaciones de carácter sostenible; también se ha de trabajar en la promoción de encadenamientos productivos o clúster y lograr su certificación internacional en huella de carbono; por igual, resulta necesario avanzar en el cálculo de la huella hídrica como herramienta para recuperar suelos; y,
por supuesto, es vital consolidar una cultura en la que prime la reducción del uso de recursos, promoviendo cambios en los patrones de consumo y producción.
De este modo, las empresas privadas habrán procurado mecanismos que hagan efectivo, medible y verificable el aporte del sector empresarial dominicano para que el país cumpla su compromiso ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que establece una reducción de un 25% de sus emisiones de GEI al año 2030, así como alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Esto es coherente con el compromiso establecido en la Estrategia Nacional de Desarrollo, en la que el sector empresarial siempre ha tenido un rol protagónico. Nuestra labor como líderes empresariales es responder afirmativamente a este embate, que amenaza la salud de las personas, la seguridad alimentaria, la sostenibilidad económica y la supervivencia de la vida sobre el planeta.3
Ante ese inmenso desafío del cambio climático, el empresariado dominicano está llamado a continuar con este compromiso de país y demostrar que tiene experiencia, voluntad y planificación para sumarse a la mitigación del calentamiento sobre la Tierra.
Es fundamental, pues, comprender que pueden llevarse a cabo las necesarias transformaciones de las operaciones industriales y comerciales, y mejorar tanto el desempeño financiero como el ambiental, apoyando de este modo a la República Dominicana en el cumplimiento de sus metas y en el progreso y sostenibilidad de la nación.
Además de una obligación moral y responsable, es también una oportunidad de explorar nuevos negocios, si tenemos una visión innovadora y la ambición de seguir creciendo de manera sostenible.
Hagamos nuestro el postulado del Consejo Mundial de Negocios para el Desarrollo Sostenible o WBCSD, por sus siglas en inglés, una red que reúne a más de 200 empresas multinacionales, entre las que se encuentran Unilever, Toshiba, Nestlé, Toyota, JPMorgan Chase o Santander, y que expone:
“Las empresas inteligentes de todo el mundo no están esperando. Empresas globales influyentes han comenzado a aprovechar las oportunidades: están utilizando energías renovables, implementando tecnologías innovadoras de baja emisión de carbono, obteniendo recursos de manera sostenible, trabajando en soluciones innovadoras y transformadoras, y más…”.