Hoy en día la humanidad se encuentra ante uno de los desafíos más trascendentales de su historia. Conforme con el Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), las proyecciones de cambio climático para Centroamérica y el Caribe advierten que para el año 2100 la temperatura pudiera aumentar de 2 a 4°C por encima de la media del período comprendido entre 1986 y 2005, así como que podría producirse un aumento en el nivel del mar y en la frecuencia e intensidad de los eventos climáticos extremos. Estas variaciones en el comportamiento de la Tierra en su mayor parte son causadas por actividades antropogénicas, y como consecuencia se experimentan cambios en la temperatura, impactando grandemente nuestro modo de vida, tal y como lo conocemos, aumentando las desigualdades, los problemas socio- económicos y ambientales de los países, afectando directamente la salud, los sectores productivos, el suministro de agua potable, las infraestructuras, etc., multiplicando la relación que existe entre pobreza y vulnerabilidad.
En consecuencia, vemos que República Dominicana ocupa el penoso lugar número diez de países más afectados por el cambio climático, donde además de nuestra condición de Estado insular, factores como los niveles de educación y de pobreza contribuyen a que ocupemos esta posición. Para lograr reducir estos impactos y nuestra vulnerabilidad al cambio climático se requiere del esfuerzo de todos los sectores claves que conforman la
nación, sector público, sector privado, sociedad civil, ONG y las academias, para que en conjunto se ejecuten acciones que partan de la sensibilización, la educación, el fomento de capacidades, la generación y difusión de conocimientos, que traigan como resultado soluciones y buenas prácticas que sirvan de modelo para los demás países afectados.
Por lo tanto, la educación, formación y sensibilización del público y la comunicación de información de forma transparente, oportuna y exacta, tal y como lo plantean los artículos 11 y 12 del Acuerdo de París, del cual formamos parte, es fundamental para crear capacidades de adaptación y mitigación al cambio climático.
Es a través de la educación que podremos aumentar nuestra resiliencia, adaptarnos a los cambios y reducir los riesgos a los que estamos expuestos. También seremos capaces de impregnar en la mente de las nuevas generaciones la importancia de cuidar el medio ambiente para poder construir sociedades sostenibles y, sobre todo, garantizar la continuidad a largo plazo de las especies que habitan en la Tierra.
La eficaz aplicación de estos artículos del reconocido acuerdo global, conjugados a través de nuestras metas y objetivos nacionales, facilitará el desarrollo, la difusión y el despliegue de tecnología, así como el acceso a financiamientos por el clima, siempre a través de un proceso participativo e integral, donde sean incluidas las cuestiones de género e igualdad de oportunidades.
Es necesario que la sociedad esté compuesta por una población debidamente informada sobre las causas y los efectos del cambio climático, para así poder desarrollar capacidades tanto individuales como institucionales que nos lleven a trabajar para reducir nuestra huella de carbono. Dado que el tema del cambio climático resulta muy complejo, lo ideal es que sea transmitido de la mejor manera posible, práctica y sencilla, tanto para
la educación formal como para la no formal, creando al mismo tiempo posibles sinergias con la ciencia.
Pero cabe preguntarnos, ¿qué tipo de educación es necesaria para enseñar sobre el cambio climático en nuestros países para que cause un impacto que logre resultados a largo plazo? Sin lugar a dudas, las necesidades, las catástrofes, los problemas sociales, económicos y culturales, nos han llevado a concebir una idea más aterrizada y acertada de la realidad de la educación. Es tratando de hacer frente a la crisis actual de la humanidad donde surgen nuevos planteamientos de cómo debiera ser la educación para hacer del mundo un lugar más justo y sostenible, y es ahí, entonces, donde nace la idea de una educación pensada para el desarrollo sostenible.
Según la Hoja de Ruta para la ejecución del programa de acción mundial de Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) de la UNESCO, este concepto significa “habilitar a los educandos para tomar decisiones fundamentadas y adoptar medidas responsables en favor de la integridad del medio ambiente y la viabilidad de la economía. A través de estos contenidos, la EDS pretende lograr la justicia social para las generaciones actuales
y venideras, respetando al mismo tiempo la diversidad cultural. Se trata de un aprendizaje a lo largo de toda la vida y forma parte integrante de una educación de calidad, integral y transformativa que atañe al contenido y el entorno y los resultados del aprendizaje, como también la pedagogía. Logra su propósito transformando a la sociedad”.
La educación en cambio climático debe ser aquella que siga los lineamientos del desarrollo sostenible, fomentando los valores y a través de ellos logra responder de manera positiva a los problemas ambientales, sociales, económicos y políticos, a la pobreza, distinción de género, distribución de los recursos, problemas en la forma en que consumimos y producimos, es educar para una cultura de consumo sostenible, es crear respeto a la vida, es enseñarle al ser humano que se sienta parte de la naturaleza, no como dueño de ella. Podemos decir, entonces, que la educación para el desarrollo sostenible es un llamado a la vida.
la forma en que consumimos y producimos, es educar para una cultura de consumo sostenible, es crear respeto a la vida, es enseñarle al ser humano que se sienta parte de la naturaleza, no como dueño de ella. Podemos decir, entonces, que la educación para el desarrollo sostenible es un llamado a la vida.
Así vemos que el 96% de los dominicanos considera que el cambio climático ya está ocurriendo. El país es signatario de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, cuyo objetivo último es la prevención peligrosa de la interferencia humana en el Sistema Climático, tomando en consideración el nivel de vulnerabilidad de la isla ante este fenómeno. Nuestro país ha sido coordinador en el grupo de negociaciones del G-77 + China del Artículo 6 de esta Convención, sobre Educación, Formación y Sensibilización de Públicos. Nuestros primeros pasos en la implementación de este artículo los damos en 2010, y publicamos, con apoyo de la cooperación internacional, un texto sobre “Experiencias de Educación, Formación y Sensibilización del Público para la Adaptación al Cambio Climático y la Reducción del Riesgo a Desastres en América Latina y el Caribe”. Luego se inicia un trabajo de integración de la adaptación al cambio climático dentro de las políticas más relevantes a nivel nacional, la Constitución Política y la Estrategia Nacional de Desarrollo.
En ese mismo año se realizó una encuesta nacional denominada “Nivel de Conocimiento y la Percepción de la Población Dominicana sobre el tema del cambio climático” , que sirvió como herramienta técnica importante en los esfuerzos institucionales de conformar ulteriormente programas de educación, formación y sensibilización de públicos a nivel nacional, y cuya fotografía capturó y sirvió de línea base para orientar al Estado en las tareas de informar, comunicar, educar y sensibilizar a la sociedad dominicana sobre el cambio climático atribuido a la acción humana, e iniciándonos en la consolidación dentro de la región latinoamericana como líderes en educación sobre cambio climático.
Inmediatamente se aprovechó el acercamiento del Instituto de las Naciones Unidas para la Formación Profesional e Investigaciones (UNITAR) el cual selecciona a República Dominicana, único país de habla hispana y de América, como país piloto de la iniciativa UN CC: Learn, junto a otros cuatro naciones: Uganda, Malawi, Indonesia y Benín, cuya orientación de trabajo fue fortalecer las capacidades de recursos humanos con un enfoque basado en la gestión de resultados para el aprendizaje del cambio climático y el desarrollo de habilidades a través de los sistemas/instituciones y el fomento de principios y valores a distintos niveles de la formación educativa, que iban desde la articulación de esfuerzos sectoriales que garantizaran la participación, transparencia, equidad e inclusión.
Consecutivamente, el país desarrolla la “Estrategia Nacional para fortalecer los recursos humanos y las habilidades para avanzar hacia
un desarrollo verde, con bajas emisiones y resiliencia climática”, validada por el sector público, el sector privado y la sociedad civil, señalándose como prioritario el sistema educativo, como el terreno ideal desde donde se puede iniciar una transformación y un cambio de paradigma en el desarrollo de la nación. Dicha estrategia establece audazmente una visión nacional a largo plazo (2030) vinculando y alineado a la Ley 01-12, de la Estrategia Nacional de Desarrollo, expresando la siguiente premisa: “La sociedad dominicana cuenta con un sistema de educación y se implementan políticas públicas que generan las capacidades institucionales y de recursos humanos para enfrentar los desafíos asociados a la adaptación y mitigación del cambio climático”.
A partir de aquí se inicia el establecimiento de alianzas estratégicas con el Ministerio de Educación, a travésdel Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio (INAFOCAM), con UNITAR, la UNESCO, ONGs y academias nacionales de educación superior, estableciendo importantes programas de educación continua en cambio climático, logrando que cerca de 3,500 profesionales de la educación fueran formados a través de nuevos instrumentos de enseñanza, como la guía para educadores ”Cambio Climático en el aula”, traducida por primera vez al español, y creándose la Guía escolar para el estudio de ecosistema de agua dulce, ríos y lagos. adaptarse al cambio climático y educar para el desarrollo sostenible”.
Uno de los objetivos principales del Estado dominicano es el desarrollo y fortalecimiento de las habilidades y capacidades de profesionales técnicos y docentes que puedan servir como multiplicadores para aumentar las capacidades nacionales en los temas de cambio climático, como por ejemplo el de las negociaciones internacionales, y de comunicadores sociales y sus respectivos medios de comunicación, estos últimos claves para la difusión del cambio climático. Otro aspecto interesante es la efectiva planificación que ayude a alcanzar prácticas económicamente sostenibles, mejorar
las capacidades de los actores locales, especialmente en las zonas más vulnerables, y robustecer e incentivar a través de la educación al sector empresarial en la utilización de nuevas tecnologías bajas en emisiones, por lo que la capacitación de recursos humanos es vital para los denominados empleos verdes.
República Dominicana, además de la formación de docentes, trabaja en la integración de contenidos sobre cambio climático en el currículo dominicano de educación inicial y media, creándose para este último, programas para incentivar investigaciones apadrinadas por importantes fundaciones nacionales y organizándose diversas capacitaciones en cambio climático en comunidades, bajo las 60 horas de servicios del educando.
Para la educación técnica vocacional y la educación no formal también se han creado programas formativos para multiplicadores y campañas de sensibilización para las comunidades, con el esfuerzo conjunto de todos los sectores nacionales comprometidos en la lucha frente al cambio climático.
Es importante mencionar que el país, como miembro del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), ha expuesto en numerosos espacios sus avances y experiencias en educación sobre el cambio climático. Aprovechó la presidencia pro tempore para introducir el tema de educación y cambio climático en la agenda oficial del SICA, a través de trabajos durante las negociaciones de cambio climático y apoyándose en la necesidad de implementar la Estrategia Regional de Cambio Climático del SICA, la cual incluye y prioriza temas como educación en cambio climático en los niveles secundario y superior, el trabajo con los medios de comunicación y sensibilización del público y la promoción de intercambios de experiencias a nivel regional.
La región SICA es la que menos emisiones de gases de efecto invernadero aporta, por lo que su enfoque principal está dirigido a la adaptación y la educación para la implementación de medidas para la reducción de su vulnerabilidad. Países miembros, como Costa Rica, por ejemplo, ya han desarrollado un instrumento educativo llamado Climaleta, que tiene el potencial de ser regionalizada para todos los países del SICA. Esta es una herramienta de apoyo a los docentes que ayuda a comprender el cambio climático y sus consecuencias, cuya iniciativa República Dominicana tiene interés de replicar adaptándola a la realidad nacional en su condición de Estado insular archipelágico.
De este tipo de experiencias se espera que se trabaje una propuesta conjunta multi-participativa entre los países miembros del SICA, sirviendo Dominicana como referente en estos temas.
Indudablemente, tras la ratificación del Acuerdo de París, el país deberá presentar su Contribución Nacionalmente Determinada cada cinco años, destacándose dentro de ella, como línea de trabajo, la construcción de capacidades y el tema de juventud, estableciéndose que las necesidades de financiamiento superarán los USD1.5 millones anuales para proyectos nacionales de educación superior, técnico-vocacional y especializaciones.
Hoy por hoy estamos expuestos a un sinnúmero de fenómenos que nos afectan de forma negativa, no solo del tipo natural y ambiental, sino también social, económico y cultural, que atentan contra nuestra supervivencia y la del planeta, por lo que resulta impostergable comenzar a pensar más allá, tener conciencia real de lo que significa educar a un ser humano para su desarrollo y para el cuidado del planeta.
Por lo anteriormente expuesto, no cabe duda de que el país deberá trabajar aún más en la sensibilización a tomadores de decisión en instituciones claves del gobierno, sector privado y medios de comunicación, con el fin de aumentar las capacidades de gestión de riesgos y adaptación al cambio climático, pero también dentro de los sectores económicos prioritarios como energía, turismo, recursos hídricos, agropecuaria y foresta, garantizándose cumplir con los paradigmas de desarrollo exigidos por las nuevas sociedades y el mundo.