Los efectos del cambio climático son cada vez más inclementes y la necesidad de tomar acciones es urgente. Las islas del Caribe contribuyen poco en términos de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), pero son de las más vulnerables del planeta,
al ser afectadas por frecuentes e intensas tormentas que generan erosión del perfil costero, aumento del nivel del mar, graves inundaciones, deslizamientos de tierra y daños a la agricultura causados por los vendavales.
Está previsto que estos impactos empeoren, poniendo en riesgo el abastecimiento de agua e infraestructuras como plantas de generación eléctrica, carreteras, viviendas, hospitales y escuelas. Las comunidades caribeñas deben trabajar juntas para afrontar los desastres causados por fenómenos naturales y minimizar sus efectos.
Según el Germanwatch Institute, en el 2018 República Dominicana es el décimo país más afectado (a nivel mundial) por catástrofes relacionadas con el clima en los últimos 20 años (1997-2016) en términos de números de muertos causados por eventos de desastre y pérdidas en función de unidades del PIB.1 El estudio llevado a cabo para el cálculo del Índice Global de Riesgo Climático indica que en términos relativos los países en vías desarrollo con significativos porcentajes de pobreza
son más vulnerables que los países desarrollados.
La vulnerabilidad climática se ve agravada por los impactos humanos sobre los recursos naturales, como la sobrepesca, la contaminación, el desarrollo costero insostenible, una deficiente gestión del agua dulce y la degradación de los arrecifes. El análisis de Germanwatch Institute también reconoce que el factor subyacente del riesgo de desastres es la pérdida de la
biodiversidad, incluyendo la de los bosques (tanto en términos de tamaño como en diversidad), humedales, arrecifes de coral, manglares, áreas bajo manejo sostenible y áreas protegidas, así como la pérdida de especies amenazadas y la degradación de los servicios ecosistémicos de regulación y aprovisionamiento. En particular, la pérdida de bosques, humedales y zonas costeras con
manglares y arrecifes de coral tienen implicaciones directas para el riesgo.
Es ampliamente reconocido que los ecosistemas costeros tienen un valor cultural, ambiental y económico. Proveen servicios ambientales como la protección costera, abastecimiento de fibra, alimentos y otros recursos esenciales, generan y resguardan empleos, almacenan carbono y mejoran la calidad del suelo y el agua. Estos servicios contribuyen a determinar el nivel de vulnerabilidad climática de las comunidades costeras. El turismo, principal motor económico de la región, depende de esos mismos ecosistemas costero-marinos. Esta importante actividad económica, se presenta mayormente en áreas con ecosistemas marinos, costeros y de agua dulce saludables que atraen a los visitantes. En República Dominicana, en el 2017, se registraron 5,354,017 visitantes extranjeros; la tasa de ocupación hotelera se mantuvo en un 77% y los ingresos por turismo alcanzaron los
7,177.5 millones de dólares.2 La mayor parte de ese turismo se concentra en las zonas costeras del país.
La prevención de los efectos más catastróficos del cambio climático requiere reducciones significativas e inmediatas en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de cada sector de la economía mundial. Pero incluso si estas reducciones se logran, los cambios en el clima han comenzado y es inevitable que existan efectos importantes sobre las personas, la economía y la naturaleza. La protección y mantenimiento de la salud del ámbito natural contribuyen con el desarrollo sostenible y con la reducción de los impactos negativos del clima cambiante en las comunidades humanas. Las naciones más ricas realizan grandes inversiones en infraestructura para reducir su vulnerabilidad. Sin embargo, las soluciones basadas en la naturaleza son más apropiadas a nuestra realidad, ya que generan múltiples beneficios como protección contra crecientes o inundaciones devastadoras, prevención de deslizamientos de tierra e incluso diversificación de la producción agrícola para hacer frente al cambio climático.
La implementación de estrategias de adaptación basadas en la efectiva gestión del capital natural adquiere una dimensión y una lógica económica y deben ser el componente clave de un marco internacional global sobre el cambio climático. Las soluciones naturales para impedir el cambio climático pueden reducir el 37% de las emisiones de GEI para 2030.3 The Nature Conservancy trabaja con gobiernos, científicos y comunidades para desarrollar e implementar estrategias que ayuden a la gente y la naturaleza frente a los impactos inevitables de un planeta en calentamiento.
¿Qué son soluciones basadas en la naturaleza?
Las soluciones basadas en la naturaleza son intervenciones que se apoyan en los ecosistemas y los servicios que estos proveen, para responder a diversos desafíos de la sociedad como el cambio climático, la seguridad alimentaria o el riesgo de desastres
The Nature Conservancy (TNC) se ha asociado con la Federación Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR) y las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja para llevar a cabo el proyecto Islas Resilientes en comunidades de República Dominicana, Jamaica y Granada. Esta es una iniciativa de cuatro años que busca preparar comunidades costeras para enfrentar los efectos del cambio climático promoviendo la gestión adecuada de hábitats costeros para reducir riesgos, y ayudar a gobiernos, socios y comunidades a implementar
planes que incluyan y prioricen soluciones basadas en la naturaleza. De manera general, el proyecto persigue lograr islas resilientes, con comunidades empoderadas y gobiernos dispuestos a aumentar la inversión para proteger y restaurar ecosistemas claves y conseguir
la adaptación climática, la reducción de riesgos y los objetivos del desarrollo sostenible.
Este proyecto forma parte de la Iniciativa Internacional para el Clima (IKI, por sus siglas en alemán). El Ministerio Federal de Medio Ambiente, Protección de la Naturaleza y Seguridad Nuclear de Alemania (BMU) apoya esta iniciativa sobre la base de una decisión adoptada por el parlamento alemán.
TNC y la FICR combinan respectivamente una metodología para identificar y visualizar los ecosistemas y niveles de riesgo a desastre con una amplia experiencia en respuesta a desastres. El proceso está concebido para buscar -junto con las comunidades- estrategias para la resiliencia costera, la reducción del riesgo de desastres y la adaptación climática. El proyecto utilizará primero
la Focalización Estratégica (STM por sus siglas en inglés), desarrollada por la FICR y la Agencia Caribeña para el Manejo de Emergencias en Desastres (CDEMA por sus siglas en inglés) en la que se fortalecerá el componente ambiental. Esta herramienta permite priorizar y seleccionar comunidades vulnerables para las intervenciones de reducción del riesgo de desastres a través de un proceso transparente y objetivo con las partes interesadas nacionales.
Una vez concluida la selección, se llevará a cabo un Análisis de Vulnerabilidad y Capacidades (AVC) para ayudar a las comunidades seleccionadas a identificar y comprender los riesgos que enfrentan y ayudarlas a seleccionar y priorizar acciones preventivas basadas en sus habilidades y conocimientos, y la creación de capacidades nuevas. El proyecto desarrollará una guía
de adaptación y un conjunto de herramientas basadas en ecosistemas para complementar estas herramientas de priorización y análisis, lo que ayudará a las comunidades a comprender los peligros que enfrentan. Prevé, además, proponer soluciones potenciales que utilizan la infraestructura natural para reducir su vulnerabilidad.
Estas metodologías modificadas se probarán en comunidades a ser seleccionadas, y se reunirán las lecciones aprendidas para una futura replicación.
A nivel mundial, los esfuerzos de adaptación se han concentrado principalmente en cambios de infraestructura, tales como el fortalecimiento de diques de contención, la reubicación de comunidades o carreteras, o la construcción de canales para control de
inundaciones. Aunque la inversión en este tipo de soluciones es necesaria en algunos casos, también suelen ser muy costosas, pueden fallar en caso de eventos de magnitud extrema, y de manera no intencional pueden poner comunidades en riesgo si de alguna manera limitan los servicios que proveen los hábitats naturales a dichas comunidades. Adicionalmente, los esfuerzos
de recuperación posteriores a desastres naturales comúnmente llevan a construcción adicional de infraestructura que impacta aún más a los ecosistemas naturales ya degradados.
Este enfoque parte del reconocimiento probado del rol de hábitats naturales específicos y de datos como los siguientes:
• Las soluciones naturales para impedir el cambio climático pueden reducir el 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para 2030.5
• El 97% de la energía de las olas se puede reducir antes de llegar a la orilla por un arrecife de coral saludable. Actualmente, más del 75% de los arrecifes del Caribe están amenazados.
• Mantener arrecifes saludables es menos costoso que instalar defensas artificiales.
• 100 metros de manglares pueden reducir la altura de las olas en un 66%,8 se estima que cada hectárea de humedales puede evitar los daños causados por un huracán con un valor estimado de $33,000 USD.
El costo del desarrollo y mantenimiento de infraestructura puede superar significativamente el costo de conservación y manejo de áreas naturales que proveen un servicio similar. Según datos de la Cruz Roja, plantar 12 mil hectáreas de manglar en Vietnam cuesta 1.1 millones de dólares, pero reduce los costos de mantenimientos de diques en 7.3 millones de dólares cada año, ayuda a minimizar los impactos de los tifones y mejora los medios de vida de familias locales que cosechan mariscos en el manglar restaurado.
Ejemplos de soluciones basadas en la naturaleza incluyen:
• La protección de ecosistemas costero-marinos como arrecifes de coral mediante la declaración de áreas protegidas y la efectiva vigilancia de las mismas.
• Reservar terrenos tierra adentro, adyacentes a manglares y humedales para facilitar que estos ecosistemas migren en la medida en que se incrementa el nivel del mar. Esto les permitirá seguir protegiendo a las comunidades costeras, y proveyendo hábitats para peces, cangrejos y camarones.
• Conservación y restauración de bosques para reducir daños por inundaciones causados por tormentas más frecuentes y severas, mientras garantizan el abastecimiento de agua dulce, alimentos y productos forestales no maderables.
Además del Proyecto Islas Resilientes, TNC lleva a cabo iniciativas similares para el fortalecimiento de la resiliencia costera en otros países del Caribe.
Se prevé que en los próximos años República Dominicana enfrente estrés hídrico (cuando la demanda de agua es más grande que la cantidad disponible durante un periodo determinado de tiempo o cuando su uso se ve restringido por su baja calidad). Según análisis de USAID (2017),10 se espera que en un futuro escenario climático haya una disminución de 4.7 a 8.5% en la precipitación promedio anual y un aumento en el número de días “secos” (menos de 1mm de precipitación) consecutivos de 7.2 a 17.4%. Los efectos del cambio climático pueden exacerbar los retos que ya han causado el cambio de uso del suelo, la deforestación de las cuencas y la contaminación de los ríos.
Además del Proyecto Islas Resilientes, The Nature Conservancy apoya otras iniciativas, que están relacionadas con uno de los retos más apremiantes que el cambio climático está creando: la disponibilidad de agua dulce para satisfacer las necesidades humanas. TNC es parte de la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua, un mecanismo regional que buscará contribuir a la seguridad hídrica de los grandes centros urbanos mediante la inversión en acciones de conservación. Para ello se han creado fondos de agua en ocho países de la región (y otros están en proceso), incluyendo la República Dominicana, donde TNC ha facilitado la creación del Fondo Agua Santo Domingo y el Fondo Agua Yaque del Norte.
Los fondos de agua son una plataforma público-privada transparente, autosustentable, incluyente y efectiva que trabajan en pro de la seguridad hídrica. Mediante el financiamiento de acciones de conservación de largo plazo, fortalecen los procesos de gobernanza de las cuencas, y combinan soluciones infraestructurales con soluciones basadas en la naturaleza. El portafolio de intervenciones de los fondos de agua incluye:
• Conservación del bosque: los bosques conservados en las cuencas generalmente conllevan agua de mejor calidad comparada con usos alternativos de los suelos como agricultura, industria y asentamientos humanos, debido a que estos últimos producen más cantidades de contaminantes que entran a las cabeceras de los ríos. Los bosques, además, ayudan a regular la erosión de los suelos y reducen la carga de sedimentos que entra a los ríos.
• Café de sombra o cacao: estos cultivos constituyen excelentes alternativas pues crecen bajo las copas de los árboles que proveen un hábitat natural para aves nativas y migratorias, las raíces combaten la erosión del suelo y las hojas actúan como fertilizantes en su proceso de descomposición. En ambos casos son capaces de aumentar la captación de carbono en la zona y permiten producir rubros comercializables contribuyendo con su sostenibilidad.
• Restauración asistida de agroecosistemas en zonas de recarga hídrica: en terrenos con altos niveles de degradación de suelo, se ha demostrado, a través de la práctica, que es posible lograr mejores resultados de restauración ecológica a través de procesos de intervención controlados. Esto hace referencia a procesos de reforestación, cambio de uso de suelos, inclusión de abonos orgánicos en el caso de siembra, entre otras acciones que contribuyan a mejorar los procesos de regeneración natural en las zonas intervenidas. Una variante es la restauración silvopastoril asistida, que optimiza las prácticas de manejo del ganado, incluye el establecimiento de bancos de proteínas y reducción de las hectáreas de pastoreo extensivo. Esto aumenta la efectividad productiva a la vez que logra recuperar terrenos con altos niveles de degradación.
• Restauración de corredores ribereños: la vegetación en las riberas de los cursos de agua, son de vital importancia para el funcionamiento adecuado de flujo hidrológico. Esta vegetación protege el cauce de los ríos de fuentes contaminantes, ayuda a disminuir las cargas de sedimentos que entran a los ríos, da la sombra necesaria para mantener una temperatura adecuada del agua, aporta nutrientes para la biodiversidad de agua dulce y contribuye a mantener los caudales de manera más regulada.
• Construcción de humedales artificiales: que reproducen el método natural de depuración del agua, eliminando contaminantes orgánicos mediante procesos fisicoquímicos y bacteriológicos, como la sedimentación, la degradación microbiana,
la absorción y la volatilización.
A la fecha, los fondos de agua de República Dominicana han implementado estas acciones en 637.13 hectáreas en las cuencas de los ríos Haina, Nizao, Ozama y Yaque del Norte, y continúan los esfuerzos para ampliar esta superficie, así como incrementar el apoyo que el sector privado local proporciona a esta iniciativa.
La adaptación de largo plazo a los efectos del cambio climático requiere de la inversión en los ecosistemas de los cuales depende la resiliencia de pequeñas naciones insulares como República Dominicana. La Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 (END; Ley 1-12) reconoce esta realidad al plantear de manera explícita en su cuarto eje de intervención estratégica, enfocado en la adaptación al cambio climático: “Una sociedad con cultura de producción y consumo sostenible, que gestiona con equidad y eficacia los riesgos y la protección del
medio ambiente y los recursos naturales y promueve una adecuada adaptación al cambio climático”. Esta ley destaca la importancia de lograr la adaptación y un adecuado manejo ambiental, haciendo frente a la vulnerabilidad climática y social de nuestras comunidades. Para lograrlo, es fundamental la concurrencia y apropiación por parte de comunidades, sector privado, gobiernos locales y nacional para garantizar intervenciones eficientes, sostenibles en el tiempo y articuladas con el bienestar socioeconómico general.